divendres, 11 de novembre del 2011

Paris Photo según Rosa Olivares

Imposible asistir este año a Paris Photo por eso no hablo por mi mismo, sino que de momento lo hago a través de Rosa Olivares de la revista EXIT. Más adelante, después de hablar con Montse Campins, Fernando de Valid Foto, Aleix Plademunt… algunos de los amigos, entre otros, que estos días están en Paris seguro que tendré una visión más amplia sobre la edición de este año.


Más es menos


Una nueva edición de la feria especializada en fotografía Paris Photo demuestra que los viejos axiomas pueden funcionar del derecho y del revés. Esta vez ir a más esta significando ser menos. El cambio de sede desde el Carrousel del Louvre al Grand Palais ha significado el final de una etapa llena de calidad y dedicación a la fotografía más allá del puro y especulativo mercado. La cualidad y la especialización, la atención al detalle se han cambiado por una masificación y vulgaridad que la asemeja a cualquier otra feria de arte, pero no precisamente a las mejores.


El interés por que haya mas galerías ha convertido a la feria en un cajón de sastre que mezcla galerías ciertamente especializadas con otras que son de segundo e incluso de tercer mercado, y todo eso junto a nombres famoso como Gagosian que han echado mano de almacén para sacar alguna foto, eso sí, muy cara que llevar a París, porque París para los americanos siempre ha sido un buen objetivo.


El sentido que pueda tener que Gagosian esté en la feria se nos escapa por completo. Sin embargo las ausencias son más importantes y en eso España puede decirse que ha abandonado Paris Photo casi por completo. De las nueve galerías que llegaron a estar en la feria hace unos pocos años a solamente tres (Max Estrella, Guillermo de Osma y La Fábrica), anulando su asistencia Juana de Aizpuru, uno de los puntales tradicionales de la feria.


En esta edición, la primera en el Grand Palais, el espacio está mal repartido y son demasiado evidentes las contradicciones y los intereses que dominan una feria perdida en el mundo del mercado furioso.


Por una parte la feria apunta, con su nuevo y poco alentador director Julian Friedman, a la especial atención a la foto antigua, con abundancia de foto de prensa, documentalismo y... ¡moda! Glamour y blanco y negro en un año dedicado a África por el anterior equipo director y en el que hay una proliferación de tópicos y exotismos nada atractivo. Mucha atención a las grandes colecciones que ocupan un espacio excesivo en lo que viene siendo una feria, junto a las adquisiciones del ICP, la TATE y el museo de Lausanne.


Curiosamente, y como muestra de otra contradicción, las adquisiciones del ICP alaban el papel y la importancia de las revistas especializadas en fotografía en la evolución y la difusión, en la investigación y valoración de la fotografía, mientras que por otro lado a las revistas especializadas se las arrincona a una especie de cajón de sastre de stand colectivo múltiple donde nadie sabe quién es quién.


En cuanto a las ventas que en ediciones anteriores ya antes de la inauguración corrían de boca en boca, este año parece que entre tanto espacio vacío, tantas galerías con las mismas fotos de los mismos autores (hay hasta tres grandes copias de la misma imagen de Richard Misrach en tres galerías vecinas) se han evaporado.


Una feria no es sólo el espacio, sino la atención al expositor y la calidad de lo expuesto, que no es lo mismo que la fama de la galería. Al parecer ocho días antes de la apertura de Paris Photo los huecos en el plano eran abundantes y se han tenido que llenar de cualquier manera. Eso se nota, como se nota la falta de respeto, una vez más, por los expositores de siempre y por el mundo de la fotografía. Y también se notan demasiado los favores a la editorial Steidel y a Aperture (en general a los americanos, como en la posguerra) socios de la dirección en tantas cosas.


Malos tiempos para el arte, para la fotografía y, desde luego para Paris Photo.

Texto de EXIT Express.com